Decidió entonces que escribiría una carta a los habitantes del pueblo para que acogieran a sus hijos y así no murieran de hambre.
Los niños se enteraron y decidieron marcar el camino con migas de pan, para así poder volver por el camino a casa.
Su padre se despidió de ellos y partió a buscar una vida mejor para los tres.
Los niños intentaron volver pero los pájaros se habian comido las migas de pan.
Perdidos en el Bosque de Goibel, fueron encontrados por una anciana que les llevó a su casa, una casa llena de dulces y chocolate.
La niña pronto descubrió las verdaderas intenciones de la anciana.
Era, en realidad, una Bruja malvada.
La Bruja intentó engordarlos para comérselos cuando estuvieran más gorditos, pero el ingenio de la niña retrasó ese momento.
El padre descubrió que sus hijos no habían ido al pueblo y comenzó, desesperado, a buscarlos.
Al fin dio con la Bruja en el momento en que estaba a punto de comerse a sus hijos.
Para impedírselo, fue ayudado por la escoba de la Bruja, que harta de volar y de sus maldades no dudó en colaborar.
Al final los habitantes del pueblo reconocieron su error, agradecieron al leñador su hazaña y todos fueron felices y nunca más pasaron hambre.